¿Somos prisioneros de nuestro ego?

¿Somos prisioneros de nuestro ego?

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"No combatas el ego, no lo juzgues, simplemente acéptalo, entonces podrás trascenderlo" Anita Moorjani.

El ego es una palabra en latín que significa "yo". Desde el punto de vista psicológico, es la personalidad. Visto desde otro ángulo, nuestro ego, la conciencia dividida, distingue la noción de separación; el interior y el exterior. Aquí hay una magnífica historia vivida y contada por Echart Toll, titulada "Las estratagemas del ego." Extracto del libro Audio "Vivir liberado".

El autor cuenta que un anciano estaba alimentando a unos patos con migas de pan, cuando dos jóvenes se le acercaron para advertirle sobre los peligros de alimentar a estos animales con pan. Este alimento llena el estómago de estas aves, pero sin proporcionarles lo que realmente necesitan a nivel nutricional.

El hombre mayor reconoció gruñendo que estaba al tanto de los efectos negativos de esta comida en los patos, pero que le daba placer alimentarlos. Les dijo a los niños:

"De acuerdo, no soy un idiota, nadie me va a decir qué hacer, no soy estúpido."

Eckhart-Toll comenta las palabras del anciano:

"La reacción del ego es mecánica, el anciano comenzó a hablar con ira y a defenderse. No era lógico, porque no se puede defender un comportamiento que uno acaba de reconocer como malo. Pero al ego no le importa. Era un mecanismo de defensa automático. Y habló durante varios minutos, estaba cada vez más enojado, cada vez más a la defensiva. ¿Qué estaba defendiendo...? Una posición, una imagen mental."

Luego de estas palabras, los jóvenes saludaron al anciano y se marcharon.

Echart Toll propone luego reescribir otro escenario de esta historia vivida, donde el viejo señor, tras los comentarios de los jóvenes, habría reconocido su error y aceptado cambiar su comportamiento dejando de alimentar a los patos. Eckhart Toll explica tal comportamiento:

 "Así se manifiesta su verdadero poder, donde el ego habría dicho - estás siendo aniquilado, es debilidad, ¡defiéndete! Su verdadero poder habría surgido, si hubiera expresado eso honestamente, sin necesidad de defender una imagen. A los ojos del ego esto parece vulnerabilidad, pero no lo es. Esa es la verdadera fuerza. Toda la calidad de la interacción habría cambiado. Podría haber habido una verdadera comunicación entre los humanos; los jóvenes y el anciano. ¡Incluso podría haber habido amor! Podría haber habido un encuentro maravilloso. Pero el ego no lo permitió. Necesitaba defenderse. La gente se hunde cada vez más en esta trampa.

Este es solo un pequeño ejemplo. Imaginen a alguien que pasa toda su vida así. ¡Y es el caso de la mayoría de la gente! Tal vez se reconozcan en parte, a veces más que un poco en su vida. Cuando "la Presencia" surge, y observan la actitud defensiva, se dicen - ¡Dios mío, es eso! - Y entonces a veces, con la simple observación, superan eso, porque es el Poder que reside donde ya no se defienden. Entonces ocurre un cambio repentino. Y siempre la mente les dirá - Cuidado, defiéndete, protégete - Así que aprenden observando a otros humanos y observándose a sí mismos, por supuesto."

Si al ego, cuyos mecanismos de funcionamiento y defensa acabamos de ver, le añadimos el efecto de toda nuestra educación y condicionamiento, (las creencias, los valores, los dogmas, las tradiciones obsoletas y erróneas, las experiencias de sufrimiento, etc.), se entiende mejor por qué el Hombre aparece rígido desde hace milenios.

Su actitud hacia sí mismo y hacia los demás, en general, no ha mejorado a lo largo de la historia de la humanidad. Pero lo que parece un comportamiento inevitablemente rígido, podría, bajo la influencia de una toma de conciencia en contacto con su esencia, su Ser o su verdadero Yo, liberar al Hombre de las cadenas con las que él mismo se ha atado.

Estas cadenas (creencias, dogmas, valores... todos erróneos), ¿no son el fruto de nuestra conciencia dividida? El ego puede esconderse donde menos se espera, expresándose a través del orgullo de manera inesperada.

"Una de las más comunes, donde uno se aprueba a sí mismo de manera exagerada; la otra más sutil donde uno no puede aceptarse. Esta última es probablemente la más refinada." Henri Frédéric Amiel.

En verdad, ¡cuanto más reconozcas tu valor, más humilde serás!

Podemos pasar semanas, años, milenios, explicando los mecanismos y los numerosos motivos que explican las disensiones entre las personas, entre los pueblos. Pero al final, es un poco como los principios muy simples que presiden una verdadera salud; nuestras guerras perpetuas con nosotros mismos y con nuestros semejantes provienen esencialmente de nuestra conciencia dividida, basada en el Miedo y no en el Amor. Un "problema" no es más que nuestra interpretación de una situación. Detrás de todo conflicto (interior o exterior), discordia, guerra, se esconde el Miedo.

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